Mundo ficciónIniciar sesiónCOSTELLO
Con destreza me colé dentro de su abrigo hasta llegar bajo la camiseta; los corchetes del sujetador saltaron. El abrigo cayó al suelo cubierto de hierba. No dejé de besarla ni cambié el ritmo. En tan poco tiempo había aprendido su cuerpo. Lo había cartografiado y descubierto sus caminos secretos, sus deliciosos hitos. Puede que no supiera qué pasaba por su cabeza, pero sí cómo hacerla gemir.
Encontrar puntos débiles era una de mis especialidades.
Metí la mano por delante de sus vaqueros y rocé la goma de sus bragas. Solo sentir esa fina barrera hizo que mi polla se hinchiera dolorosamente.
—Dios —murmuré contra sus labios.
Cerré los ojos y me aparté un poco. Al abrirlos, ella me observaba bajo párpados pesados.







