SCOTCH
La ventana estaba demasiado grasienta para permitirme ver a Costello y Thorne afuera. Incluso si hubiera estado clara, no tenía un ángulo lo suficientemente bueno, y no era como si pudiera leer labios. Maldije todas las veces que le había negado a mi tío cuando me había sugerido enseñarme por diversión.
—Esto no es diversión —me recordé a mí misma—. Esto es vida o muerte. Si alguien me hubiera dicho que podría ser asesinada por un sexo frustrado, le habría dicho que estaba loca. La vida es demasiado fanática de sus pequeñas curvas inesperadas.
La puerta vibró; salté de nuevo sobre la cama, acomodándome sobre el colchón durísimo mientras Costello entraba. Fijó sus ojos en mí, cerrando la puerta detrás de él.
—¿Thorne no entra? —pregunté, haciendo mi mejor esfuerzo por actuar con naturalidad y no como si hubiera estado espiándolos.
Su largo dedo índice se presionó contra sus labios. ¿Quiere que me quede callada? me pregunté, leyendo el signo universal de silencio. Como un gran f