CAINE
Mi zapato seguía golpeando el suelo de baldosas rotas. Cada minuto, el policía tras el mostrador me lanzaba una mirada de disgusto. Cuando lo hacía, me aseguraba de devolverle una sonrisa y un guiño. Siempre la misma sonrisa, el mismo guiño arrogante.
Odiaba a los policías. Desde que era niño. Además, era fácil detestar a los tipos que me habían arrastrado hasta aquí y me habían dejado en una celda durante dos horas. Siendo justos, no era tanto tiempo… pero nuestro abogado familiar solía ser más rápido.
Claro que tampoco ayudaba que representara a ambos lados de mi familia, y en el transcurso de una sola mañana tuviera que sacar a todos del lío.
Simon Finch era de esos hombres que aparecían de la nada, con el cabello revuelto como si hubiera corrido desde el mismísimo infierno. Había señalado que el arresto se había hecho sin causa, que no tenían pruebas para retenernos, y luego había enviado su factura a mi padre antes de irse a rescatar a otros aspirantes a delincuent