~ABBY~—Ya le dije que no detuve el auto adrede... Mi perro se soltó de la correa y salió corriendo, yo solo quería llegar a él para que no lo atropellaran —repito, ya no sé por cuánto más, sin poder controlar las lágrimas que se deslizan por mis mejillas—. Por favor, déjeme ir, yo nunca atentaría contra el presidente...—Si sigue mintiendo no va a irse y pasará una buena temporada en la cárcel —es lo que me dice ese hombre de cabello oscuro y mirada dura.—No, por favor, otra vez no.Me niego, así que me revuelvo en la silla, tratando de zafarme de las esposas, pero lo único que consigo es que ellas me lastimen por lo apretadas que las dejaron.Ese hombre mayor solo me mira en silencio, su mirada es tan intensa, descifrando cada uno de mis gestos y queriendo traspasar todo mi ser.No puedo creer que de nuevo esté en esta situación, en casos distintos, pero siendo retenida y juzgada como si me tratara de la peor de las criminales.Lo peor es que esto ha detonado los recuerdos que tuve
—No debes hacer tantos esfuerzos, Jack —le digo, cambiando su vendaje manchado de sangre por uno nuevo mientras él se mantiene recostado en su cama—. Tienes que cuidarte.—Ahora ya tengo quién cuide de mí —su respuesta me hace sonreír y me acaricia la mejilla con suavidad—. Siento mucho no haberte llamado antes, pero no me permitían tener el teléfono en cuidados intermedios y...—No pasa nada, lo importante es que estés bien.—Pero no quería causarte ninguna preocupación.—Es normal que estuviera preocupada, sobre todo en este momento que tu vida corre peligro. No debes tomarte estos atentados tan a la ligera, Jack —suspiro—. No pienses que estoy buscando entrometerme, pero ¿aún no han dado con los atacantes?—Ven aquí —me toma de la muñeca y me hace sentar en su regazo a horcajadas y sus manos van directo a mis caderas. Aunque me niego y trato de bajarme para no lastimarlo, me da un apretón y me sonríe ladeado—. Así estamos mucho mejor. Primero, corazón, no eres ninguna entrometida p
Jack levanta mi rostro, me limpia las lágrimas con esa dulzura que tanto me enamora y me besa con suavidad, borrando toda mi tristeza con sus labios y sus brazos alrededor de mi cuerpo, manteniéndome segura, protegida y querida.—No mereces seguir llorando y recordando esos momentos tan horribles de tu vida. Es hora de que seas feliz, de que sonrías y vivas tu vida como siempre lo debiste hacer —murmura contra mi boca—. Mereces ser inmensamente feliz.—Lo merezco —repito esas dos palabras, como queriendo convencer a mi mente de que así es, de que merezco lo mejor luego de tantas lágrimas que he derramado.«Me lo merezco», me digo a mí misma y recuesto mi frente de la suya. Miro sus ojos grises, siempre calmos, siempre dándome seguridad y una genuina preocupación. En su mirada también hay deseo y un amor que me está quemando el corazón sin llegar a hacerlo cenizas.No sé a ciencia cierta qué tanto puede sentir por mí, pero con sus palabras, con su forma de mirarme, de besarme, de tener
~JACK~—Haces todo lo contrario a lo que te digo —Anthony entra a la oficina oval, con ese humor de perros que ha venido mostrando desde hace varias semanas y toma lugar frente a mí—. Dijiste que Abby se quedaría como mucho una semana y ya vamos a entrar a la tercera y ella sigue aquí, eso sin contar que tenemos una chiquilla y habladora pululando por todos lados, haciéndole la conversación a todos los guardias que vea como si fueran grandes amigos. Aún no entiendo qué hace aquí, pero igual aquí está y no es que la vayamos a echar a patadas aunque ganas no me faltan. Dos perros con demasiada energía que han tirado más de un jarrón al suelo y han hecho desastres por toda la casa. He tenido que encubrir más de una noticia que ha salido con respecto a la presencia de las dos mujeres y los perros. Por los pasillos del Capitolio ronda el chisme de que estás en una relación y que te vas a casar.»Lo que menos queríamos que se supiera ya se sabe, y ahora tengo que planificar todo un discurso
Su rostro se sonroja un poco más de ser posible y sonrío, acercando mi boca a la suya y volviendo a tomar posesión de ella, besándola demandante, con todo ese fuego doloroso y delicioso que me recorre por todo el cuerpo y late desesperadamente en mi interior y entre nosotros.La beso hasta arrebatarle el aliento y dejo una estela de besos que van desde la comisura de sus labios, por su mejilla, hasta culminar en su cuello, donde beso, chupo y mordisqueo, saboreando su dulzura y embriagándome con su delicioso aroma y sabor.Ella sabe todo lo que provoca en mí, sabe que un beso suyo es suficiente para enloquecerme, sabe que una caricia de sus manos me derriten, y que sus bajos y dulces gemidos me hacen perder toda la razón.Sabe que es mi perdición y se aprovecha de eso, guiando sus manos a mi cabello y tirando con suavidad, gimiendo quedito en mi odio, pero enloquecedor y levantándome el rostro para ahora darme un beso que me arma y me desarma en segundos, que me lleva a profundizar el
—Te quiero —susurra, su voz entrecortada por la agitación—. Tengo miedo, a veces los temores me superan y batallo constantemente con ellos para no dejarme vencer, pero contigo me siento segura, protegida y querida. Ha pasado muy poco tiempo desde que nos conocimos, a decir verdad, pero te quiero, Jack... Y quererte es bonito.Levanto el rostro para mirarla, esos preciosos ojos azules nublados por el placer y por un sentimiento que no solo me está haciendo sentir bajo la piel con tanta fuerza. Esos ojos me dicen más que esas palabras tan asertivas y que me tienen el pecho hinchado como si me tratara de un pavo real.—¿Y sabes qué es todavía más bonito? —pregunto y niega con la cabeza, sin dejar de mirarme a los ojos—. Querernos como lo hacemos.Su mirada brilla tanto como su sonrisa y no necesita decir más para saber qué es lo que sentimos el uno por el otro.La atraigo de nuevo hacia mí y la beso con todo ese amor y fuego que borbotea desde adentro con una intensidad insuperable. Supo
ABBYDos cosas:Una, no tengo ganas de mover ni una sola parte de mi cuerpo.Dos, aún como que sigo en la cima de mi orgasmo porque siento pequeñas palpitaciones entre mis piernas.Pero no tengo más opción que obligarme a dejar de sentirme así y ponerme en pie.Quisiera seguir en la cama, desfogar este deseo y ganas que aún siento bajo la piel hasta la saciedad, pero la insistencia con la que toca Rumer, ya empieza a preocuparme.¿Qué sucedió como para que esté tan alterada y ansiosa de que Jack salga de la habitación?A la fuerza y sintiendo las piernas temblorosas, me pongo de pie y entro al baño de la habitación, limpiando mi sudor, lavando mis manos, cara, boca y partes íntimas antes de salir y vestirme lo más rápido posible mientras veo a Jack ir de un lado a otro, maldiciendo en voz baja como pocas veces lo he escuchado y respondiéndole cada ciertos segundos a Rumer de que pronto va a salir.Cuando se cerciora de que estamos listos y aptos para dar cara, se apresura a abrir la p
No pude hablar con Jack, no me lo permitieron. Lo único que Anthony me alcanzó a decir antes de que saliera de la habitación con Rumer, fue que, tan pronto como pudiera, Jack hablaría conmigo. Pero en ese momento no sería posible, ya que estaba haciéndose cargo de la situación.Los dos hombres con los que llegó Anthony me guían hacia una parte de la casa que no estuve antes, aunque claro, La Casa Blanca es inmensa y hay zonas donde nadie tiene permitido el ingreso, así que en tres semanas que he estado aquí no había manera de que la recorriera en su totalidad.Los pasillos desolados me hacen sentir nerviosa, un miedo inquietante al no saber hacia dónde me llevan. Me aferro de las correas de Kansas y Nerón, sintiendo que ellos son mi calma y quienes me dan un poco de fuerzas en ese instante. Como siempre, son los que me sostienen y me dan la valentía que necesito.Llegamos a un estacionamiento solitario, donde una van blanca nos espera. Uno de los guardaespaldas desliza la puerta corre