Nicolás le pellizcó la mejilla.
—Come rápido, después te llevaré a un lugar.
Daniela sintió curiosidad.
—¿A qué lugar?
Nicolás respondió misteriosamente:
—Aún no te lo voy a decir, cuando lleguemos lo sabrás.
—¡Qué lugar puede ser tan misterioso!
Después de terminar el desayuno, Nicolás llevó a Daniela y media hora después llegaron al centro comercial.
—¿Para qué me trajiste al centro comercial?
Nicolás la llevó a una joyería.
—¿No dijiste ayer que nunca te había comprado joyas ni diamantes? Hoy tú eliges y yo pago.
Daniela arqueó sus cejas en forma de hoja de sauce.
—El señor Duque está tan generoso hoy, entonces no me haré la modesta.
—No tienes que hacerte la modesta.
La vendedora se acercó cordialmente.
—Señor, señorita, ¿qué les gustaría comprar?
Daniela señaló una pulsera.
—Esta pulsera.
—Muy bien, señorita, se la saco para que se la pruebe.
Daniela le susurró a Nicolás:
—Señor Duque, esta pulsera de jade imperial se ve claramente que es de primera calidad, debe costar más de die