¿Dónde se había ido el hombre que anoche compartía la cama con ella?
Daniela se levantó de la cama y salió de la habitación.
—¡Nicolás! ¡Nicolás!
Daniela encontró a Nicolás en la cocina, cocinando.
Ya no era la primera vez que Daniela veía a Nicolás cocinar; cuando estaban juntos, siempre era él quien se encargaba de la cocina. Sin embargo, cada vez que lo observaba, seguía quedándose prendada de lo atractivo que se veía cocinando.
Nicolás llevaba una simple camisa blanca y pantalones negros largos, muy casual. Su flequillo suave y desordenado caía obedientemente sobre su frente, tenía las mangas de la camisa arremangadas, lo que lo hacía verse más joven y apuesto que su habitual imagen de magnate empresarial.
Daniela lo observó manejar hábilmente la espátula en la sartén mientras freía huevos, que pronto quedaron dorados por ambos lados.
Tal vez su mirada era demasiado intensa, porque Nicolás pronto volteó la cabeza hacia ella y sus ojos se encontraron.
Nicolás sonrió ligeramente.
—¿