Nicolás sonrió: —No hay prisa.
Daniela se sorprendió. ¿Qué quería decir con que no había prisa?
Daniela miró el camino afuera. Este definitivamente no era el camino a su casa. Hoy él la había llevado consigo por la fuerza, controlando el volante, y ahora que ya era de noche aún no la dejaba ir a casa.
Daniela: —Señor Duque, ¿a dónde me lleva otra vez? Quiero ir a casa.
Nicolás volteó y la miró con diversión: —¿Por qué tanta prisa? ¿Tienes miedo de que te devore?
Daniela: —Está bromeando. Un caballero como usted definitivamente no me devoraría, ¿verdad?
Le estaba poniendo una corona.
Nicolás indicó que no se tragaba eso. Miró a Daniela: —¡Depende de qué tan obediente seas!
Daniela no sabía cómo responder.
Media hora después, el auto de lujo se detuvo frente a una villa. Era la villa de Nicolás, donde él vivía.
Nicolás abrió la puerta: —Daniela, entra.
Daniela: —Señor Duque, mejor me voy. Es muy tarde, no quiero molestarlo.
Daniela se dio la vuelta queriendo huir.
Pero Nicolás predijo ex