— No se preocupe, señora. La herida en la frente del presidente ya ha sido atendida.
— Me alegro.
Tras colgar el teléfono, Katerina se fue a descansar. Al día siguiente, la sirvienta abrió el pequeño frasco y le dio una píldora a Katerina.
Katerina la tragó.
— Señora, ¿cómo se siente hoy? —preguntó la sirvienta.
Katerina sentía que sus piernas se calentaban cada vez más. La sensación era cada vez más clara. Intentó moverlas.
Sus piernas realmente se movieron.
— ¡Señora! ¿Puede mover las piernas? —exclamó la sirvienta sorprendida.
Katerina estaba más emocionada que nadie, pues sentía que podía controlar sus piernas. Lo intentó nuevamente y sus pies tocaron directamente el suelo.
— ¡Dios mío, señora! ¡Realmente puede moverse! Señora, déjeme ayudarla a ponerse de pie.
La sirvienta extendió su mano para ayudar a Katerina.
Katerina se levantó lentamente de la silla de ruedas y le dijo a la sirvienta:
— Suéltame.
La sirvienta la soltó.
Katerina se mantuvo firmemente de pie.
— ¡Señora, realme