Mateo miró a Héctor y dijo: —Tío Héctor, te lo repetiré: no me casaré con tu hija Luciana. ¡La persona que amo es Valentina!
Luciana mostró una expresión herida y afligida: —¡Mateo!
Mateo tiró con fuerza, liberando a Valentina del agarre de Héctor.
El delicado cuerpo de Valentina cayó contra el cálido pecho de Mateo. Él rodeó con su brazo la esbelta cintura de ella y le preguntó en voz baja: —Valentina, ¿estás bien?
—Estoy bien.
Mateo dijo: —Vámonos.
Valentina asintió: —De acuerdo.
Valentina quiso caminar por sí misma, pero Mateo la levantó en brazos.
Las pestañas de Valentina temblaron, y Mateo le dijo: —Rodea mi cuello con tus brazos.
Valentina le rodeó el cuello con los brazos, y Mateo se la llevó.
Daniela miró a Luciana e hizo una mueca traviesa: —Vaya, ¿de qué sirve ser la heredera del magnate si ni siquiera puedes retener a tu propio prometido?
Luciana se enfureció: —¡Tú!
—Tranquila Luciana, no te enfades. Recuerda que tienes una enfermedad cardíaca. Si mueres de rabia, Valentina