Héctor quería anunciar al mundo entero que su heredera había regresado.
El corazón de Luciana se llenó de alegría. Sentía que todo era irreal. ¿Estaba soñando?
¡Qué maravilla!
¡Qué fantástico!
Luciana asintió enérgicamente: —Sí, papá, quiero ir contigo a Costa Enigma. ¡Quiero volver a casa!
En ese momento, Marcela dijo: —Señor Celemín, ¿ya te llevarás a Luciana tan pronto? Todos estos años, Luciana ha estado con nosotros, los Méndez. La he tratado como mi tesoro más preciado, cuidándola como si fuera de cristal, protegiéndola de todo mal. ¿No es así, Luciana?
Marcela miró a Luciana. Ahora no se atrevía a mostrarle mala cara, así que su mirada era complaciente.
Luciana lo disfrutaba enormemente. Antes tenía que esforzarse para complacer a esta anciana, pero ahora las cosas habían cambiado. Ahora la anciana tenía que complacerla a ella.
Luciana entendía perfectamente lo que Marcela pretendía. Los Méndez la habían criado durante todos estos años y ahora querían algún beneficio de Héctor.