Luciana reaccionó rápidamente, abalanzándose hacia Daniela: —¡Ya basta! ¡Apágalo, no lo reproduzcas más! ¡No sigas mostrándolo!
Extendió la mano y con un golpe seco tiró el teléfono de Daniela.
El teléfono cayó al suelo.
Catalina intentó recogerlo, pero una mano más rápida se le adelantó: era Mateo.
Mateo recogió el teléfono de Daniela.
Luciana gritó: —¡Mateo, no lo veas! ¡No mires ese teléfono!
Los Méndez entraron en pánico. Catalina dijo: —Señor Figueroa, tire ese teléfono inmediatamente. Todo lo que contiene es falso, ¡no lo crea!
Marcela añadió: —Señor Figueroa, ¿ha olvidado cuál es la tarea principal de hoy? Hoy debemos tratar la enfermedad cardíaca de Luciana. ¡Comencemos con la operación!
Todos los Méndez empezaron a agitarse.
Mateo les lanzó una mirada fría y penetrante, y luego ordenó: —Captúrenlos a todos. ¡No quiero ver que sigan causando problemas!
Fernando asintió: —Sí, señor.
Con un gesto de Fernando, un grupo de guardaespaldas vestidos de negro se acercó y redujo a Lucia