Diego seguramente entendía a qué se refería ella, ¡y aun así había admitido tan descaradamente que había llevado a más de una chica!
Diego no esquivó el golpe. El puño de Daniela impactó directamente contra su pecho.
Qué duro.
Daniela sintió dolor en su propia mano. La retiró con una mueca de dolor.
—¿Qué comes para crecer así? ¿Por qué estás tan duro? Me duele la mano —se quejó enfadada.
Diego miró su mano. Efectivamente, aquella delicada mano que nunca había conocido el trabajo duro estaba enrojecida.
Diego esbozó una ligera sonrisa.
—¿Por qué me golpeas?
Daniela lo miró furiosa.
—¿Tú qué crees?
—No lo sé —respondió Diego.
—Sigue fingiendo. Dime, ¿a qué chicas has llevado en tu moto?
Diego la miró.
—A mi madre y a mi hermana.
Las pestañas de Daniela temblaron y su pequeño rostro ovalado se sonrojó al instante. Había pensado que se trataba de otras chicas, pero eran su madre y su hermana.
—...
Daniela se quedó sin palabras.
Diego, al ver su expresión desconcertada, que la hacía parece