Diego se cubrió la cara con la sábana. No tenía nada que decir, ni quería hablar.
La primera vez que hacía algo indebido y ella lo pillaba con las manos en la masa. Menuda suerte la suya.
Daniela le quitó la sábana de la cara: — Diego, di algo, ¿por qué ves estos videos?
Diego yacía desganado en la cama, con media pierna fuera, todo su ser transmitía una mezcla de languidez y salvajismo indomable.
Cuando Daniela intentaba quitarle la sábana, su cuerpo suave de adolescente se presionaba contra él.
Diego decidió rendirse: — ¿Y qué si lo veo?
— ¡Tú...! —Daniela se quedó sin palabras ante su descaro.
Diego la miró: — Ya puedes irte.
— No quiero irme.
— ¿Entonces qué quieres?
— ¡Yo también quiero ver!
Diego frunció el ceño y trató de quitarle el celular, no iba a dejarla ver.
Pero Daniela ya había abierto el video; en realidad, nunca había visto algo así y sentía curiosidad.
— ¡Daniela!
Diego intentó recuperar su teléfono, Daniela lo esquivó, y ambos rodaron por la cama. Diego quedó pegado