Mateo se detuvo por un momento.
—Señor Figueroa, vámonos rápido. Debemos encontrar a Daniela cuanto antes.
Mateo miró a Valentina a través del retrovisor. Sentada en el asiento trasero, ella no dejaba de mirar su teléfono. Estaba algo pálida, lo que hacía que su rostro sereno y etéreo pareciera aún más translúcido.
Todo su pensamiento estaba en Daniela; apenas le había dirigido una mirada a él.
Ahora, uno adelante y otra atrás, realmente parecían extraños y distantes.
Mateo apartó la mirada y pisó el acelerador: —Bien.
...
Durante todo el trayecto, Daniela no dejó de llorar. Estaba verdaderamente desconsolada, pero entre lágrimas comenzó a notar que algo no encajaba.
Se dio cuenta de que la ruta que veía por la ventana no era el camino a casa, y además se volvía cada vez más desolada y remota.
Daniela miró al conductor: —Señor, esto no es Calle Ensueño. ¿Adónde me lleva?
El conductor se quitó la gorra, revelando una cicatriz en su rostro, y sonrió lascivamente: —Señorita, te llevo a di