Mateo extendió sus brazos, atrapando aquel cuerpo. Bajó su mirada y habló con disgusto: —Valentina, ¿por qué has vuelto?
Ella tampoco esperaba encontrarlo. Vestía un elegante traje negro, La costosa tela aún conservaba el frío de la calle.
Su cuerpo ardía y, por instinto, se pegó a él, intentando apagar el fuego que la consumía con su aroma maduro y penetrante. Sus ojos brillantes lo miraron: —Mateo, ayúdame... —Pero antes de que pudiera terminar la oración, él la apartó.
—¿Qué te sucede? —preguntó con frialdad.
Valentina se sorprendió al darse cuenta de que había estado a punto de pedirle ayuda. ¿Cómo podría él ayudarla?
—Me drogaron.
—¿Te drogaron? —Sus cejas se fruncieron, ¡Esta mujer siempre le causaba problemas! —Espera —dijo él, dirigiéndose a la ventana. Sacó su teléfono y marcó un número.
Mientras sonaba, se aflojó la corbata con un gesto descuidado que resaltaba su aire distinguido.
—Mateo —respondió Joaquín.
—Si una mujer ha sido drogada, ¿qué se debe hacer?
Joaquín