Luis la miró con seriedad.
—¡No tengo preservativos aquí!
Sara se quedó helada. Justo ahora se le ocurría que no había condones en casa.
Pero en realidad no los necesitaban.
Porque ella buscaba precisamente quedar embarazada.
Sara lo abrazó.
—No importa.
Luis la apartó ligeramente.
—No podemos. Podrías quedar embarazada.
Sara alzó su pequeño rostro.
—¿No te gustan los niños?
Las cejas de Luis se fruncieron levemente.
—¡No demasiado! Además, tampoco estoy listo para ser padre.
Sara preguntó:
—¿Y si quedara embarazada?
Luis insistió:
—¡Por eso necesitamos protección!
Sara entendió el mensaje: él no quería que quedara embarazada.
Eso significaba que si quedaba embarazada, no podría enterarse.
A Sara no le importaba. Con tal de quedar embarazada, después de eso ya no sería asunto de él.
Sara mintió descaradamente:
—No voy a quedar embarazada, ¡estoy en mis días seguros!
Luis dudó.
—¿De verdad?
¡Mentira total!
Lo estaba engañando completamente.
Sara lo miró con toda la sinceridad del mundo.