Margot miró la alfombra:
—Esta alfombra es importada de Irán, ¿verdad? ¡Qué suave! Esta lámpara de cristal es importada de Alemania, ¿no? ¡Cómo brilla! Este sofá...
La envidia de Margot se desbordaba y ya no podía ocultarla.
—Margot, ¿no dijiste que tu situación familiar no era buena? ¿Cómo conoces toda esta decoración? —preguntó Daniela.
Margot se tensó. Levantó la cabeza y se encontró con esos ojos cristalinos y transparentes de Daniela.
Ahora Daniela la estaba mirando.
Margot hubiera querido darse una bofetada a sí misma. En su emoción había hablado de más. La familia disfuncional que había inventado no era buena, no debería conocer todas estas cosas costosas.
Margot mintió inmediatamente:
—Daniela, no lo sabías, pero estudié diseño de interiores por un tiempo. He visto todas estas cosas costosas en revistas, por eso las reconozco.
Daniela curvó ligeramente los labios:
—Solo pregunté casualmente, no tienes que ponerte tan nerviosa.
—Está bien —respondió Margot.
En ese momento salió