Sus ojos brillaban traviesos bajo las sábanas. Valentina soltó una carcajada.
—¿De qué te ríes? —Preguntó Mateo.
—No sé si estoy cansada. —Respondió ella, con una picardía que lo dejó sin aliento.
Era una provocación perfecta, deliciosa.
Sonrió y la besó de nuevo.
...
Al día siguiente, en casa de los Méndez.
Catalina, se encontraba acurrucada, satisfecha, en los brazos de Ángel. —Me lastimaste. —Lo regañó con cariño.
Él le acarició la barbilla. —Ya te llené, ¿no? —Dijo con una sonrisa pícara.
—¡Ay! ¡Qué pesado eres! —Respondió ella, riendo.
El día anterior, Luciana había contactado con Ángel, haciendo que regresara a la casa, complaciendo a Catalina, que lo había estado esperando con ansias.
—Gonzalo se llevó a tu hija, ¿cierto? —Preguntó Ángel, abrazándola.
—Sí, ¡esa piedra en el zapato por fin desapareció! Y así, Luciana pronto se convertirá en la señora Figueroa, ¡y tú, suegro del hombre más rico de Nueva Celestia! —Exclamó Catalina.
La idea lo hizo reírse a carcajadas. —¡Catalina,