Había estado perdiendo toda la noche; su mala racha se reflejaba en la tensión de su cara.
Mientras Luciana miraba sus cartas, revisaba un frutero con varias frutas frescas de temporada. Con sus dedos tomó una uva morada y grande, la peló y acercó la jugosa pulpa a los labios de Mateo.
Sin apartar la vista de sus cartas, abrió la boca para comer la uva que le ofrecía.
Ella se acurrucó contra él como un pajarito y extendió su palma para recibir la semilla que él escupió.
Era como una esposa mimosa atendiendo a su marido.
Algunos de los herederos rieron. —Solo el señor Figueroa puede hacer que la Primera Rosa de Nueva Celestia lo atienda así.
—Dicen que quien tiene suerte en el amor, la pierde en el juego. Con razón el señor Figueroa no para de perder hoy.
Luciana sonrió coquetamente. —Solo saben burlarse de mí.
Desde la puerta, Valentina observaba la escena. Era la primera vez que lo veía salir con Luciana a jugar con sus amigos.
Sintió una punzada en el corazón.
Justo entonces, Mateo v