Daniela sostuvo la olla de caldo quemado con expresión preocupada: —Diana, lo siento, se me quemó el caldo.
Diana no pudo evitar reírse. Rápidamente se acercó y le quitó la olla: —Daniela, ya me di cuenta, definitivamente no tienes madera para la cocina. Ya llamé a alguien que sí sabe cocinar.
Daniela realmente no sabía cocinar. Pensó que podría aprender, pero la realidad le dio una lección muy dura. Ahora que había alguien que podía ayudar, no podía ser mejor.
Daniela dijo alegremente: —¿Llamaste a un chef? Si hubiera sabido, habría traído al chef de mi casa.
Diana quería responder, pero en ese momento sonó el timbre: "Ding dong".
Los ojos de Daniela se iluminaron: —Diana, ¿el chef que llamaste llegó tan rápido? ¡Voy a abrir!
Daniela corrió hacia la puerta y la abrió: —Hola...
Sus palabras se cortaron abruptamente porque vio en la entrada una figura familiar y elegante: era... Nicolás.
¡Nicolás había venido!
Daniela pensó que venía un chef, no esperaba que fuera Nicolás.
¿Cómo había l