Ella no era más que una sustituta en el matrimonio, un pequeño accidente. Él admitía haber sentido un breve deseo por ella, pero no la amaba. Su amor era para Luciana, ella era a quien realmente quería. No le gustaba estar entre dos mujeres. ¡Era hora de terminar con Valentina!
[...]
Camila escuchó que llamaban a la puerta en medio de la noche. Se puso una bata y fue a abrir. —¿Quién es?
Valentina estaba afuera. No traía nada consigo, excepto el chaleco amarillo pálido que le había regalado Dolores. Miró a Camila con una sonrisa amarga.
—Camila, me he quedado sin hogar otra vez. ¿Podrías alojarme?
Rápidamente la hizo pasar a Valentina. Sus manos estaban heladas, así que las frotó entre las suyas. —¿Qué pasó? Es peligroso andar sola a estas horas.
—Hoy Luciana se cayó por las escaleras. —Respondió con una débil sonrisa. —No permite que Mateo y yo durmamos en la misma habitación, así que me echaron.
Camila se detuvo un momento y luego la abrazó. —¡Malditos sean esos dos desgraciados!
Lo