Capítulo 12
Para cuando Julian llegó, el funeral casi había terminado.

El doctor Martínez había concluido sus palabras de despedida y los niños del hospital inclinaban la cabeza en un momento de silencio.

Esta Navidad, no faltaría ni un regalo en el calcetín navideño de ningún niño. Nadie sabía si alguien se acordaría de ellos el próximo año.

El suave canto de los niños resonaba en el silencioso cementerio. Un villancico que, por alguna razón, les robó lágrimas a todos los presentes.

Fue entonces cuando Julian vio mi nombre en la lápida. Y mi fotografía, devolviéndole la mirada eternamente con una sonrisa.

Junto a la tumba estaban el doctor, las enfermeras, otros pacientes y los niños que habían venido a despedirme.

Entre el mar de atuendos negros y solemnes, su esmoquin desentonaba. Y sin embargo, era él quien lloraba con más desesperación.

—¿Qué broma es esta? Dijiste que estabas en un retiro. Que no tendrías señal. Te creí todo. ¿Cómo pudiste dejarme así?

Me senté sobre mi propia lápida, observ
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