Capítulo 24
Sus ojos azules sonrieron, pero pronto se volvieron serios, intensos. Su mirada descendió, y sus labios se acercaron a su pecho desnudo, suspendiéndose por un instante antes del contacto. Su piel delicada, marcada por las líneas del bikini, y el pezón ya se endurecía por el calor de su aliento.
Ella jadeó de ansiedad. ¿Cuánto tiempo había esperado por esto, esta vez, sobria, consciente de cada escalofrío, de cada deseo que la recorría? Finalmente, él dejó que su lengua se deslizara lentamente, en un movimiento que hizo arquear su espalda.
— ¡Ah, cielos!
Con su mano izquierda, apretó suavemente la piel suave, acercándola aún más antes de tomar firmemente el pezón con la boca.
Un gemido escapó de sus labios en la primera succión, un sonido dulce, ronco, que solo aumentaba su hambre.
Él no tenía prisa. Cada movimiento era calculado, cada toque, un tormento delicioso. Cuando succionó con más intensidad, sus dedos apretando más su piel suave, ella gimió alto, sus piernas tembla