Cuando termino la jornada, el reloj marca más de las siete. La oficina se ha ido vaciando poco a poco, pero yo me quedé atrapada entre informes, correos, reuniones y una extraña ansiedad que no puedo sacudirme. Me recuesto brevemente en el respaldo de la silla mientras mis dedos se deslizan sobre la pantalla del móvil, revisando notificaciones inútiles, ignorando otras.
Tomo mis cosas y salgo del edificio. El aire de la ciudad me acaricia el rostro y un suspiro aliviado sale de mi boca al ver el auto del chofer que espera por mi como se lo indiqué en la mañana.
Me subo al auto y observo la ventana mientras el vehículo se desliza en silencio por las calles de Los Ángeles, mientras mi cabeza no para de crear escenarios absurdos. Algunos con Cassian. Otros... también con él.
Cuando llego a la mansión Harrington, las luces cálidas desde la fachada parecen tan elegantes como distantes. Me bajo del auto y atravieso la entrada con pasos firmes, como si no estuviera temblando por dentro.
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