El zumbido de mi celular rompe el silencio de mi oficina. La pantalla se ilumina con el nombre de Daniel y mis dedos vacilan por algunos segundos antes de que decida responderle. Respiro profundo y lo hago con una calma que no siento.
Porque en mi interior quisiera saber que c*rajos quiere sin que tenga que responder.
—Hola —digo, con voz suave, aunque el corazón me late con fuerza. No por emoción. Es la incertidumbre.
—Arielle —responde él del otro lado. Su tono es más cálido de lo que esperaba. Más real. Y con la sola mención de mi nombre en sus labios, noto un dejo de cansancio en su voz—. Siento no haber llamado antes… Han sido días complicados aquí —se excusa. Achino mis ojos, pero no digo nada por un segundo. Solo escucho su respiración. Se oye agotado.
—Supongo que está bien, me había preguntado porque no habías llamado aún —espeto dejando ver mi molestia por hecho de que no se había reportado.
—No lo hice, y lo siento. Pero tú tampoco intentaste llamarme —replica, sin camb