La tarde ha caído cuando regreso a la mansión Harrington.
Rossy insistió en acompañarme hasta el portón. Nos abrazamos y no puedo evitar quedarme unos segundos más aferrada a ella, como si parte de mi equilibrio también se fuera con su presencia. Cuando al fin nos separamos, ella me dedica una última sonrisa y luego se va, avisando que tiene que hacer unas compras para continuar con el acomodo de su departamento.
Entro a la mansión que me recibe con ese silencio elegante que me resulta tan ajeno. Demasiado pulcro. Demasiado grande. Demasiado todo.
Genoveva aparece casi al instante.
—El señor Harrington salió hace un par de horas —me informa con su tono amable y profesional—. Y la señorita Seraphina está en casa de una amiga —agrega y yo asiento, agradecida por la información.
El alivio se desliza como una exhalación en mi pecho. Estar sola me da margen para respirar. Para no pensar demasiado en lo que estoy sintiendo. Y también me da un respiro de Cassian, así mismo de Seraphina, porqu