—¡Cállate! ¿Todavía te atreves a decir que no estás mintiendo? Con tu edad, apenas me llevarás dos o tres años. ¿Qué conocimientos médicos podrías tener?
—¡Puedes comer lo que quieras, pero no puedes hablar sin pensar!
—Julio, por favor, encárgate de enseñarle una lección a este insolente —ordenó la joven, mirando a Faustino con frialdad mientras se dirigía al hombre de unos treinta años que estaba detrás de ella.
—No se preocupe, señorita. Me aseguraré de que aprenda la lección —respondió Julio, avanzando con paso decidido hacia Faustino, dispuesto a agredirlo.
—Se merece que lo escarmienten. ¿Quién le manda maldecir a Vicente? —murmuraron varias personas, considerando que Faustino se había buscado lo que le venía.
—¡Alto! Podemos hablar esto como personas civilizadas, no hay necesidad de recurrir a la violencia —intervino Diego, colocándose instintivamente delante de Faustino para protegerlo.
Aunque estaba algo asustado, no retrocedió. Este gesto hizo que Faustino lo mirara con renov