Todos estaban tan golpeados que ni siquiera podían hablar, encorvados como camarones, con el dolor retorciéndolos.
—¡Carajo!, ¿este chico es tan fuerte?—, don Lorenzo sintió un escalofrío instantáneo.
Dos de sus amigos habían estudiado taekwondo.
Pero en manos de Faustino, eran como de papel, ¡fácilmente maleables!
—¡Maldito, espérame, no te lo voy a perdonar!
Don Lorenzo, impulsivamente, soltó una amenaza y se dio la vuelta para huir.
—¿Adónde crees que vas?
Faustino lo alcanzó fácilmente, le sujetó el hombro y lo giró.
—¿Q…qué quieres hacer? Mi abuelo es…
Don Lorenzo se quedó rígido en el sitio.
Le temblaban las piernas, rápidamente intentó usar el nombre de su abuelo para intentar detener a Faustino.
¡Paf! ¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!
Pero Faustino le propinó una serie de bofetadas que lo dejaron sin habla.
Su cara estaba hinchada, la sangre salpicaba, y veía estrellas.
Parecía bastante miserable.
—Pensé que arreglaríamos las cosas con una compensación por la ropa, pero eres demasiado arrogant