Esta guerra silenciosa finalmente llegó a una pausa temporal.
Si podrían dormir o no, eso era otra historia.
—Faustino, ¿qué haces ahí parado? Ve a dormir tú también —dijo Rosalba, quien entendía bien la situación, después de que las dos se fueron. Su expresión mostraba un ligero reproche.
—Entiendo, Rosalba. Me voy a dormir ahora, ustedes también descansen —con Ximena presente, Faustino solo pudo lanzarle una mirada tranquilizadora antes de volver al auto...
La noche pasó así, en medio de la confusión.
Al día siguiente, alrededor de las seis o siete de la mañana, Faustino recibió una llamada de Larisa.
—Faustino, llegaré a la ciudad en una o dos horas, ya puedes venir a recogerme —la voz de Larisa sonaba algo emocionada—. Lamento haberte despertado tan temprano, te lo compensaré cuando llegue.
—Claro, Larisa. Me arreglo y voy para allá —aceptó Faustino sin dudar, y luego colgó.
Después de un rápido aseo en la clínica, Faustino les informó a Rosalba y Lara que iría a la ciudad.
Tras un