—Ximena, oficial Soto, ¿qué tal si los tres regresamos juntos a la aldea?
—Ya dejen de discutir por esto.
Faustino sonrió con amargura. Se le ocurrió una solución intermedia.
—¡Hum! ¿Ves? Faustino dice que quiere regresar a Rosal, no va a casa contigo.
Mariana ignoró a Faustino. Se dirigió a Ximena con una actitud triunfal.
—Hum, Faustino dijo que vamos juntos a Rosal, no solo tú. Además, yo puedo quedarme en casa de Faustino, ¿tú puedes?
—No me creo que puedas controlarnos mientras dormimos por la noche.
Ximena arqueó una ceja. Sus palabras ya habían puesto a Mariana en una posición inferior.
—Yo… ¿por qué no podría? ¡Si él puede quedarse, yo también!
—¡Esta noche no me voy a ningún lado! ¡Dondequiera que duerman ustedes, ahí dormiré yo!
Mariana también se jugó el todo por el todo, y salió del palco primero.
—Tú y Faustino no tienen ninguna relación, ¿por qué te quedarías en su casa?
—Si se corre la voz, ¿no te dará vergüenza?
Ximena la siguió inmediatamente, muy enojada.
Faustino q