Aunque no había intimado con Faustino, al ver las miradas entre él y Ximena, ¿cómo no iba a adivinar Mariana lo que planeaban?
Apenas terminó de hablar, agarró a Faustino intentando sacarlo del privado. Ni ella misma entendía por qué actuaba así. Solo sabía que no podía permitir que Faustino durmiera con Ximena. Pero frente a ella, jamás admitiría que le gustaba Faustino, ¡seguro la despreciaría!
—Oficial Soto, ¿no decía que no le gustaba Faustino? ¿Por qué le importa dónde duerma? —Ximena frunció el ceño sin ceder terreno, sujetando también la mano de Faustino.
—Es verdad que no me gusta, pero... —Mariana buscó rápidamente una excusa—. ¡Pero acaba de volver de viaje y debería pasar tiempo con su familia en Rosal! Además, el alcalde ya asignó protección para ti, así que estarás segura.
—Ir a mi casa no tomará mucho tiempo. ¡Te prometo que lo enviaré de vuelta antes del anochecer! —protestó Ximena arqueando sus hermosas cejas.
—¿Apenas son las dos o tres de la tarde y quieres que vuelva