Ante tales condiciones...
—Suegro, acepta rápido, ¡que quiero volver a casa a jugar a las cartas! —instó Amaranta sin pensarlo.
—Es verdad, nos han hecho perder varios días, hagamos lo que dice Manolo de una vez. Si seguimos esperando, me va a dar algo —gritó la segunda esposa de Bastián, una mujer de mediana edad de rostro severo.
—De acuerdo, cuando terminemos con esto nos iremos, y no vuelvan a buscarnos para pedir la dote —dijo Bastián a Manolo casi sin dudar.
El hecho de que aceptara algo así...
Demostraba que realmente no consideraba a Lara como su hija.
Era porque la madre de Lara había muerto joven.
Su segunda esposa le había dado un hijo varón, y Bastián, que favorecía a los hijos sobre las hijas, había volcado toda su atención en la madre y el hijo.
Con el tiempo, naturalmente había ignorado por completo a Lara.
Si Bastián no la valoraba, menos aún lo harían los demás Pardo.
Incluso antes de venir a Rosal, Lara no lo había pasado bien con los Pardo.
—De acuerdo, derriba la pu