Pero Faustino aún mostraba una expresión dudosa, y Daniela, al verlo, se apresuró a decir ansiosa:
—¡Faustino, acéptalo rápido! Me has salvado tantas veces que incluso me parece poco dinero.
Max mantuvo una expresión impasible, pero su corazón dio un vuelco.
Viendo a Daniela así...
Probablemente estaría dispuesta a entregarle todo el imperio Ruvalcaba a Faustino.
Definitivamente su hija había crecido.
—Está bien, gracias señor Ruvalcaba.
Finalmente Faustino dejó las cortesías y guardó cuidadosamente el cheque.
Antes solo bromeaba con Daniela...
Diciendo que salvar la vida de una señorita tan importante merecería al menos unos cientos de millones como recompensa.
Pero nunca imaginó que se volvería realidad.
Doscientos millones, probablemente no podría gastarlos en toda su vida.
—Hija, iré a organizar el traspaso de la mina de jade. Cuando regrese, volveremos a la capital provincial esta misma noche.
—Ya que Faustino estará en casa un tiempo, tú podrás recuperarte bien en el hospital.
—C