Finalmente, con mucho cuidado, le acomodó y fijó los huesos a Daniela.
Durante todo el proceso, los movimientos de Faustino fueron muy suaves y gentiles. Aunque el dolor era inevitable, Daniela, al ver cómo Faustino la cuidaba con tanta atención y sus ojos solo la miraban a ella, no sentía que el dolor fuera tan intenso.
Faustino notó que Daniela estaba conteniendo el dolor y dijo inmediatamente:
—Señorita Ruvalcaba, si te duele, puedes hablar conmigo para distraerte.
—No duele, no duele nada. Faustino, ¿por qué hubo una explosión tan repentina?
Daniela negó suavemente con la cabeza y preguntó con curiosidad.
—Fue Tacio quien lo hizo, pero señorita Ruvalcaba, ¡ya lo maté para vengarnos!
—¡Se atrevió a hacer algo así, era imposible que lo dejara vivir!
Al mencionar a Tacio, el rostro de Faustino inevitablemente mostró ira.
—¿Lo mataste? —Los ojos de Daniela se movieron inquietos.
Inmediatamente pensó si Faustino tendría problemas si alguien se enteraba.
Después de todo, matar a alguien,