Los vecinos, que no se pierden una, se emocionaron y se quedaron ahí parados sin moverse.
¡Se corrió la voz como pólvora!
En un santiamén, todo el pueblo se enteró.
—Papá, ¡ve a callar a ese viejo loco! ¡Si sigue gritando así, ¿cómo vamos a salir a la calle?—, dijo la nuera de Bastián, furiosa y golpeando el suelo con el pie.
—¡Cómo voy a callarlo yo?!— respondió Bastián, desesperado.
Estaba acorralado, ni podía irse ni quedarse.
De repente, se le ocurrió una idea y se acercó a Manolo para decirle a toda prisa:
—Compadre, ¿sabe qué? Mejor nos vamos a casa a ver cómo juntamos la plata. ¿Podemos irnos a preparar todo?
Manolo, con la cara roja de la vergüenza, gritó:
—¡Ya perdimos la cara! ¡Qué me importa el dinero ahora! ¡Quédense aquí esperando a que regrese Faustino para darle una buena paliza! ¡Si lo mato, yo me hago cargo!
—¡Trato hecho! Si no tenemos que pagar, cualquier cosa se arregla— dijo Bastián sin dudarlo.
Dentro del consultorio…
Lara, Rosalba y Victoria, al oír el alboroto,