Tacito hizo una actuación tan perfecta, y encima era primo de Daniela, que nadie sospechó que él tuviera algo que ver con su desaparición.
—Señor Ruvalcaba, no se culpe tanto. Estos días buscando sin parar, ha adelgazado y sufrido mucho. Siéntese a descansar un rato —dijo uno.
—Ya mismo envío un helicóptero a buscarla. ¡Aunque tengamos que remover la montaña entera, la encontraremos! —exclamó otro, sacando su celular para hacer una llamada.
Ulises estaba muy preocupado. Daniela era una Ruvalcaba de pura cepa, y como su desaparición había ocurrido bajo su jurisdicción, él era el responsable.
—Sí, ¡envíen un helicóptero de inmediato! ¡Tienen que encontrar a Daniela! —gritó Dante.
—Alcalde Iturriaga, muchas gracias. Estoy muy cansado, me voy a descansar —dijo Tacio.
Tacio pensó que, después de días fingiendo, Dante y Ulises abandonarían la búsqueda y se irían. Pero no, seguían empeñados en buscarla. No le quedó más remedio que agradecerles y retirarse a su habitación.
—Que busquen, que bu