—Señor Dante, eso… se fueron a las montañas, son muy grandes, los perdí de vista…
—¿Los perdiste? ¡Eres un inútil! ¡¿Cómo puedes perder de vista a dos personas?! ¡¿Estás ciego?!
Dante estaba tan furioso que casi se levanta de la cama. Sin embargo, le dolió la herida y se quejó, volviendo su ira hacia Ulises:
—Alcalde Iturriaga, ¿por qué es tan difícil hacer algo? ¡Esfuérzate un poco! ¡¿Quieres ascender o no?! ¡Créeme, una llamada a mi padre y te despiden!
—Señor Dante, usted no sabe, las montañas de Santa Clara se extienden por miles de kilómetros, casi sin fin. Una vez que entras, pierdes la orientación, perder a alguien es algo normal…
En la cama de al lado, estaba Ulises. Al escuchar las palabras de Dante, maldijo en silencio a Dante con todo tipo de maldiciones, antes de explicar apresuradamente:
—¿Te atreves a contradecirme? ¡Te digo, Ulises, esta es tu última oportunidad! Si no tengo noticias de Daniela antes de que anochezca, ¡cargaré todo mi sufrimiento en ti!
—¡Prepárate para