El negocio seguía extremadamente activo. Ximena estaba tan ocupada que apenas podía respirar.
—Bien, entiendo, voy enseguida —respondió asintiendo rápidamente.
Acarició el rostro de Faustino: —Si estás cansado, descansa un poco. Yo me encargo de esto.
—De acuerdo.
Con el creciente número de clientes que venían a comprar el Elixir de Belleza, el personal que mantenía el orden era claramente insuficiente, así que Ximena tuvo que intervenir personalmente.
Faustino suspiró con resignación mientras observaba a Ximena trabajar afanosamente.
Emanuel, notando también el estado de ánimo de Faustino, se acercó a preguntar: —Maestro Faustino, ¿qué ha sucedido? Para que tenga esa expresión, el asunto debe ser serio.
Faustino no tenía intención de ocultarle nada a Emanuel y le explicó la situación: —Daniela de los Ruvalcaba forzó a un amigo mío a firmar un contrato injusto. Si no hacemos lo que quiere, los llevará a la bancarrota. Está usando esto para obligarme a trabajar para ellos.
Al oí