La expresión de Faustino aterrorizó a los matones, quienes nunca habían visto tanta crueldad. La sangre seguía fluyendo de las heridas abiertas. Si la hemorragia continuaba, morirían.
Viendo su miedo, Faustino continuó:
—Claro, pueden seguir negándose, pero tengo otros métodos para hacerlos hablar—dijo, tomando los fragmentos de las cuchillas con dos dedos, simulando girarlas para causar más daño.
Sin esperar a que Faustino actuara, los matones confesaron:
—¡Por favor, señor, tenga piedad!—suplicaron.
—Fue… Samuel quien nos envió—dijo uno.
—Tiene una gran enemistad con usted y esa mujer. Nos pagó mucho dinero para que lo emboscaramos y lo matáramos. Habría más recompensas si teníamos éxito…—añadió el otro, hablando cada vez más bajo por miedo a la furia de Faustino.
Faustino comprendió.
—Oh… así que es él—murmuró, sospechando que Samuel ya sabía que había matado a Alejandro y buscaba venganza por su padre. No podía creer que, a pesar de ser un inválido, Samuel pudiera organizar una emb