«Capítulo Cuarto»

«Capítulo Cuarto»

No espero mucho para ajustar la lámpara de aceite. Sacudo la capa y meto en los bolsillos internos unas bolsas de tela y un cuchillo que robé de la cocina. Con eso podré sacarles a los muertos lo que necesito. Bueno, si queda algo.

Estoy en la ruta a la salida del jardín trasero. Esa noche hace mucho frío y aún hay muchos lobos por la zona que debieron venir debido al llamado de Velkan. Voy al lugar donde los enterraron y sonrió al ver la pala metida en la tierra. Al menos, la noche es larga y tengo mucha fuerza porque mi demonio está bien alimentado. Eso me ayuda a cavar profundo y sin cansarme.

Dejo mi capa y mi ropa a un lado para no llenarla de tierra y sudor de esfuerzo. Estoy con mi camisón y las pantaletas que yo misma me hice. Dejo que mi sombra recubra los dedos, se me alargan las uñas y cuando tengo buena visibilidad de los cadáveres, amarró una cuerda a un árbol, la tiró al hueco junto a mis frascos, bolsas y cuchillos.

Tomó los ojos de todos, servirán para hacer pociones de clarividencia. Los dedos, las uñas, los cabellos y demás, son de utilidad. No me gusta cuando debo cortar el costado de la axila para sacar los corazones aun chorrean sangre de forma escandalosa. Los meto en frascos. Me da un poco de cólera ver sus cuerpos profanados, pero están muertos. No les va a servir de nada en su próxima vida, en este mundo que dejaron pueden ayudarme con mis cosas.

Voy muy apurada y con deseos de descansar. Escucho un ruido en la habitación del principito. Dejó a un lado todo, voy a ver por un agujero que acontece. Él está con Mabelle que le cuenta el montón de tonterías que hizo todo el dia y en el tiempo que lo han tenido encadenado hasta que sepan qué hacer con él y cómo ayudarle a que sus transformaciones no terminen en un baño de sangre, un peligro para todos los que viven ahí.

Me siento un poco incómoda porque ella lo mira con anhelo en un momento. —Velkan...— la chica de cabello esponjado y pecosa se acerca a él de forma peligrosa. Yo abro mucho los ojos y contengo la respiración un poco —Me gustas— suelta con su cara muy cerca de él. Le planta un beso en los labios.

No puedo ver la expresión del muchacho, pero no parece resistirse a ella. Yo suelto el aire molesta. Quería ver lo que pensaba o la mirada de él al ser besado por esa niña. No hay manera, me alejo un poco porque me parece una estupidez. Esa niña es fea, es muy tonta y mandona. Siempre los obliga a todos a jugar lo que desea. Además, Velkan cómo puede dejarse besar por una plebeya como ella. Quiero decir, se nota que ella solo quiere escalar y si, él no es un chico desagradable, pero es un tonto.

Suelto el aire decepcionada. Esperaba más de él en cuanto a gustos. Bueno, son un par de tontos enamorados ¿Qué más da? ¿No? No, no. Tanta magia que debí usar para hacer despertar a ese niño y desperdiciada en una mocosa. Esto es una broma, una muy mala. Debo decir, ¿Se merece algo mejor? ¿No? Me río de mi misma ¿Quien? A lo mejor, una princesa de otro clan, una mujer poderosa.

Me agarro de los pelos cuando escucho la voz interior, mi conciencia dice que yo sería una buena candidata. Al menos, cuando era una condesa. No, aun soy la condesa Anastasia Bathory. Lo soy. No en mi mejor momento, pero mi linaje proviene de una sangre poderosa. Soy descendiente de Vlad Tepes, de los Nádasdy, mi sangre es de la familia real Bathory, mi madre era la gran Erzsebet Bathory, la gran bruja, la inmortal, la vampiro. Me río. Ya no soy nada de eso, ahora me visto con harapos y soy una sombra roja, un punto sin importancia en el castillo que se mueve por pasadizos secretos.

Por primera vez, las lágrimas se me deslizan por los ojos. Yo no era una jovencita triste, desdichada y maltrecha. A mi nadie me levantaba una mano ni para tocarme un cabello si no era para peinarme y usaba las sedas más hermosas, dignas de una princesa. Ahora, me hago la ropa de cortinas. Ya nada es como antes. Me tratan desde aquel pacto como una rata, me torturaron hasta hacer de mi cenizas y si no hubiera sido una niña, hasta profanaban mi cuerpo como lo hicieron con el de mi madre. Ni siquiera deseo mencionar todo lo que tuve que ver. Ella habría hecho caldo a las esposas e hijas de esos hombres y se los habría servido en una cena para que probaran su dolor.

A lo mejor, debería ir por el cuerpo de la difunta reina y hacerle una tarta con sus restos al rey. Dicen que de ella todavía se conserva su cuerpo. Que él gasta casi todo el dinero que puede en preservarlo en un recipiente de vidrio gigante. Podría hacer eso.

Me echó a llorar en una esquina de la cocina donde entré para llevarme algunas manzanas conmigo. Ni siquiera me di cuenta cuando moví mis manos por el pasadizo y me metí en el almacén, luego en la estancia principal donde está el horno y los montículos de fruta abundante.

—¿Por qué lloras?

Mis ojos se abren tanto que parecen a punto de salirse se sus cuencas. Trago saliva muy lento, tanto como para escucharla pasar por mi faringe. Suspiro y me doy la vuelta. Es Velkan ¿Qué hace ese idiota? Estaba en la habitación con Mabelle. ¿Qué hace en la cocina? ¿Por qué me mira con esos ojos tan brillantes?

No deseo hablar con él y meto algunas manzanas en mis bolsillos.

—Oye, tu príncipe te está hablando —suelta con tono autoritario. —¿Acaso quieres morir? —Lo voy a ignorar. Lo odio, seguro será igual que su padre en el futuro. —¡Anna! —dice mi nombre y no puedo evitar voltear. Lo recordó.

—¿Qué quieres? —. Lo miró con deseos de matarlo —¿Ya terminaste de molestar a esa niña y has venido a molestarme a mi?

Frunce sus entrecejo sin entender —En primer lugar, no sabía que estabas aquí —, se acerca un poco. —Además ¿Niña? ¿Qué niña? —. Rodé los ojos por lo obtuso que es. Menudo idiota el que tengo en frente. —Te refieres a Mabelle ¿Cómo sabes que estaba con ella?

Me muerdo la lengua por haber dicho algo que no debía, por revelar que fui testigo de lo anterior y él se acerca más decidido.

—¡Anna! ¿Cómo sabes eso? —, Tira de mi brazo y se me caen las manzanas. Me enojo porque ahora estarán todas golpeadas y feas en los puntos que chocaron contra el suelo —¿Estabas robando de mi cocina?

—Técnicamente, es la cocina del palacio. Todos comen la comida que es preparada aquí. Además, vivo aquí.

—Jaló con rabia para liberarme, pero es imposible. Me agarra con una fuerza espeluznante —Suéltame.

—Te soltaré cuando me respondas.

—Ya te respondí —. Levanto mis cejas por la obviedad de que ya le deje en claro porque tomé su puta comida.

—Eso no —. Suelta el aire por completo, fastidiado —Sobre lo que viste.

—Ah —,No sé cómo responder a eso y evito su mirada. Me i***a, al apretar más. ¡Mierda, es demasiado fuerte! —Yo iba pasando con mis cosas por los pasillos internos y los vi sin querer.

—¿Pasillos secretos? —. Mira la puerta que está abierta en el almacén, alumbrada por mi lamparita aun. —Espera. ¿Hay pasillos secretos?

Levantó los hombros —Claro. ¿No qué este era tu castillo y no sabías que tienes pasadizos secretos? —. Me mira con deseos de matarme y avanza a la puerta que le señale.

—Técnicamente, si todos lo supiesen no serían secretos ¿No crees? —Ahora, se burla de mí. Le sonrió desquiciada.

—¿Estas usando mis palabras contra mi?

Se ríe. Cuando lo hace se le ven un par de caninos más largos que el resto de dientes, sus ojos tienen un brillo muy bonito con la luz nocturna que apunta desde ese ángulo a sus facciones perfiladas. Ha crecido mucho en dos años. —¿Esto a dónde lleva? —Parece fascinado por el lugar húmedo y oscuro.

—A donde quieras —digo con una sonrisa y apoyada en la puerta detrás de él.

Su espalda está más ancha y sus brazos también. Se han fortalecido debido a su transformación, seguro. Aunque se adelgaza en la parte de la cadera lo que le da una forma más estilizada.

—Esto es genial— se voltea para mirarme —Anna, ¿Por eso nunca te he visto? —Suelta. Yo me siento un poco inquieta y solo asiento —. Me muestras todo esto.

—No... —. Ojeo a un lado la bolsa con mis cosas de cadáveres. Seguro, se asusta y sale corriendo. Luego, le cuenta al rey y me vuelven a encadenar porque soy una bruja peligrosa.

Mis ojos se abren cuando veo la bolsa que señalaba mi mirada. Yo intento detenerlo, pero es más rápido. Va a soltar un grito cuando ve los ojos y yo le tapo la boca. —No vayas a gritar o nos pillaran —le digo. —Yo te lo explico ¿Si? Pero cálmate.

Asiente y mis manos bajan suave.

—Anna ¿Por qué tienes esto ahí metido? —Parece asustado. —Es más, ¿De donde sacaste esos ojos en primer lugar?

Le agarro la mano y tomó el frasco para volver a meterlo en la bolsita —Son para un ritual...— agudiza los ojos —Soy bruja —Le aclaro y parece confundido. —Osea. Yo hago magía y esas cosas...

—Se lo que significa —. me detiene, no desea escuchar eso. No es lo que quiere entender — ¿Si sabes que la brujería está prohibida en estas tierras?

—Si —empiezo suave. Busco las palabras, —Yo vengo de otras tierras y también está prohibido, pero mi familia pertenece a un linaje de brujas, es lo que sé hacer y me gano la vida con eso —. Es verdad, gracias a eso mantengo a mi demonio para que no me devore a mi. También, ayudó a Ibeth con sus cosas y ella vende algunas de mis pociones para la belleza, entre las sirvientas.

—Bien... —. Trata de entenderlo.

—Tu eres un licántropo ¿Por qué tanto alboroto por una bruja? —. Me burlo.

Se encoge de hombros. —Supongo que tienes razón —. Al menos entiende. —Lo que no sé es de donde sacas esas cosas ¿Eres una asesina?

—No—. Bueno si, bueno no. — Los saque de los que mataste en tu primera transformación.

Está sorprendido y se aleja de la bolsa porque no puede creerlo —Tu... —. Me mira petrificado —Estas loca.

—Supones bien —. Sonrió y me pongo mi capa. Creo que es un caso perdido porque ahora está asustado de mi. Le contará al rey, me encerraran y el resto es obvio.

—Espera —. Me alcanza y me detiene al pararse frente a mi. —No te vayas.

—¿No tienes otras cosas que hacer? — escondo los labios. No sé por qué insiste tanto en detenerme —¿No vas a ir a contarle a tu papá que una bruja vive en su castillo?

—No —. se encoge —No creo que eres mala... Eres rara, pero no quiero que te maten por ser bruja.

Suelto una carcajada muy profunda —¿Matarme? —. Aunque lo deseara el rey, no podría—No van a matarme. Me encerraran por siempre, pero matarme no.

—¿Cómo estás tan segura?

—Creeme —. No quiero arruinarle la sorpresa para cuando un día se de cuenta de que he sido yo la que lo ha salvado de vivir para siempre como una muñeca de exhibición. —Aunque lo intentaran. No podrían.

—¿Por qué?

—Soy inmortal —le digo con una sonrisa. No parece creerme.

—Eso no es...

—Posible —. Si. No me cree. No me importa, —No importa si no me crees. Ahora, déjame ir a hacer mis cosas y tú regresa con Mabelle.

Paso por su lado, no deseo detenerme porque me ha hecho enojar un poco. Su insistencia es alarmante y un rato después me doy cuenta de que me está siguiendo. ¿Qué le pasa? No se va aunque le haya dicho todo eso. No quiero hablar con él de todos modos y avanzo hasta llegar a la puerta que da a la torre.

—Es aquí donde vive la bruja...

—No me digas así.

—¿Cómo? —

Sonríe mientras lo dejo pasar a la planta baja. —Bruja. No con ese tonito al menos —subo los escalones y sigue detrás de mí como un perrito. —Además, me gusta que me llamen por mi nombre.

—Oye, ¡Bruja! —Lo dice con el mismo tono y una risilla suave.

Vuelve a hacerme suspirar de enojo y me giro para insultar a su linaje, a su familia, a su vida, hasta todo lo que pueda representar su mera presencia y de forma épica me tambaleo al estar muy cerca del borde de un escalón. Me agarra de la cintura y nos miramos muy fijo, su rostro ha cambiado a un aire de preocupación por mi posible caída —Gracias...—suelto bajito y no soy capaz de insultar. Me tiene atrapada.

Un rubor suave tiñe sus mejillas y me deja libre muy lento. —Lo siento. Solo quería hacerte reir.

Acepto sus disculpas mientras vuelvo a dejar de mirarlo, no quiero seguir en esa extraña situación. Abro la puerta de mi lugar secreto, mi estancia mágica. Mira todo con mucha cautela —De verdad te gusta esto de ser bruja ¿No? —Me saca una sonrisa, una real y sincera.

—No parece ¿Verdad? —. Él pasa y debe agacharse un poco ya que la puerta es más pequeña. Se va a sentar en un pequeño banco que tengo y se queda ahí mirándome —¿De verdad no tienes nada mejor que hacer? —Pongo los frascos con todo lo que recogí en unos estantes vacíos —Porque te vi hace un momento muy contento con la hija de la cocinera.

—Si que eres insistente con eso —. Lo miro para saber que piensa, pero me lo dice. —Ella no me gusta. Es más, me escapé de ella porque de verdad no me gusta... no sabia como decirle que yo no sentía lo mismo.

—Ya —eso me hizo sentir un poco mejor. No sé por qué.

—Es una chica... bueno, imagino que soy el único que le ha prestado atención y por eso le gusto.

—No creo que necesite otra atención. Eres el príncipe, básicamente eres el pez más gordo del estanque ¿Por qué necesitaría la atención de otros chicos?

—No me refiero a eso. Lo sé —. No sabe bien cómo expresarse, pero tras un suspiro me analiza de arriba abajo cuando me quito mi capa —Lo digo porque no es como tú.

—¿Cómo? — Ahora sí, no comprendo nada de sus palabras. Trata de insultarme o halagarme con eso. Quiero descubrir si es tremendo idiota.

—Bueno, tú eres...— me dice suave y nervioso ¿Qué le pasa? —Mira, eres menor que yo y que muchas chicas que conozco, pero solo por tu apariencia de ahora puedo deducir que serás una mujer demasiado hermosa en el futuro. Bueno, ya eres extremadamente bella. Qué un muchacho más juegue contigo, hable contigo, te salude o cualquier cosa solo será una cosa más de tu vida. En cambio, para chicas con Mabelle, eso significa que la aman. Eso es.

Por fin lo entendí. Le gusto. Sonreí con malicia y me acerque un poco. Él me vio muy quieto, con sus manos entre sus piernas como si cualquier movimiento fuese peligroso —Cuidado con Bitsy— levante con mi mano a la pequeña que casi aplasta con su cabeza

—¿Bitsy? — miró mi mano y entendió. —Si que eres una chica diferente.

La lleve a otro rincón. —¿Por qué? —, le sonreí sin entender. Soy una mujer normal. Además de tener un demonio que me pide sangre, de que puedo hacer muchas cosas de las que otros no son capaces, de que soy bruja, de que soy inmortal. Soy normal.

—Es que tu mascota es una araña. Las demás niñas saldrían corriendo.

—¿Eso es bueno o malo? —, Serví un poco de vino que tenía guardado y él miró el líquido un poco inquieto, inseguro. —Solo es vino.

Bebió el contenido tranquilo.

—Vino con almas de niños —le aclaré y casi bota todo el contenido de nuevo en el vaso.

Me reí a carcajadas al ver su cara de preocupación y estrés. —Qué bueno qué has dejado esa mala cara que tenías antes.

Incrédula, por su buena jugada negué con la cabeza. Es verdad que me hizo sentir cómoda.

—Anna... —. Me sacó de mis pensamientos—¿Puedo venir a verte más a menudo? Me intrigas— me pidió más vino después de acabarlo. Yo se lo serví.

—Si quieres —Me encogí. La verdad, no me molestaba porque siempre estaba sola —Es tu palacio igual. Puedes venir cuando quieras.

Me dio un abrazo imprevisto y chille un poco en su agarre. Me soltó por el impulso. —Lo siento. ¿Estás enojada?

—No—le aclaré —Me sorprendiste. Eso es todo. —Escuchamos el cacareo de los gallos y me di cuenta de lo tarde que era. Mejor dicho, temprano. —Debes irte. La sirvienta vendrá a traerme el desayuno.

—¿Cómo? —No parecía entender— ¿No se supone que eres una intrusa?

—Una prisionera —. Se levantó porque lo estaba sacando a rastras y tenía mucha dificultad. —Luego te explico—le dije al ponerlo afuera de la habitación, al pie de las escaleras. —Vete.

Lo eche como a un perro, pero se volteó hacia mí de nuevo.

—Espera.

—¿Qué? —. Si que era insistente y me agarró la mano para llevarla a sus labios.

—Se que ya sabes mi nombre, pero siempre debo presentarme frente a una dama. —me dio un beso en los nudillos. —Fue un placer, Anna no se donde. El príncipe Velkan Van Grigore. Siempre a su servicio, mi Lady.

Le sonreí. Hace mucho no me mostraban cortesía y yo me incliné como me lo habían enseñado en la corte cuando vivía en mi palacio, junto a mi madre —La condesa Anastasia Bathory a su servicio, mi principe. —Volví a levantarme y sonreír.

Él abrió sus ojos, estaba a punto de hablar. Yo lo seguí conduciendo a la salida de la torre para que regresara por donde vino y me sonrió. —Anna... espera. Necesito saber...—Le cerré la puerta en la cara y dije muy suave.

—Vaya a descansar. Luego lo veo.

Subí a tropezones hasta acomodarme en mi habitación para tirar las mantas encima de mí y escuché el eco de la puerta que daba a la parte exterior abrirse.

Fue divertido conocer a Velkan.

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