Enrique Vargas
Preparaba la presentación para la reunión con los nuevos inversionistas conseguidos por el gerente de las empresas de alimento; eran las que dirigía el tío Raúl. Sonó el celular; era Liam. Me pareció extraño, no suele llamarme a menos que sea algo demasiado importante, ya que sus hermanos siempre lo protegen y son ellos los que hacen muchas cosas.
Aunque, debo reconocer, que desde mi regreso a Colombia todo lo había sentido extraño, mi mente escondida bajo esa nube provocada por la droga oculta la verdad de lo que pasó. Y esa sensación me era muy diferente, y temo a lo que vuelve a revivirse en mi pecho…
—Hola, Liam. Buenos días.
—Ho-hola, Enrique. —Lo noté nervioso.
—¿Todo, bien?
—¿Estás ocupado? —miré el reloj. Faltaba media hora para la reunión. No demora en llegar Raúl con los nuevos inversionistas. Tengo algo muy importante por decirte.
—Tengo una reunión en media hora, pero dime. ¿Qué quieres contarme?
—No es algo mío… Es referente a Victoria.
El corazón se me