72. Arena Letal
Sonya intercambió una mirada con él. No podían perder más tiempo. Con el corazón martillándole el pecho, ayudó a Tabat a ajustarla mejor sobre su espalda y se dispusieron a seguir avanzando entre las rocas. El desierto podía ser su tumba… o su única salvación.
Tabat siguió caminando con paso firme, aunque el peso de Celeste sobre su espalda y la tensión que sentía en cada músculo lo hacían sentir como si llevara el peso de todo el desierto sobre sus hombros. La cueva que Celeste había mencionado era su única esperanza, el único refugio donde podrían pasar la noche y tratar de curar sus heridas antes de que la fatiga y la fiebre terminaran de consumirla.
Pero para llegar hasta allí, debían atravesar un camino estrecho y peligroso, un corredor natural formado por las rocas donde la arena se acumulaba en montículos irregulares. Un lugar silencioso, demasiado silencioso.
Celeste, en su estado de delirio, intentó hablar. Su voz fue apenas un susurro, pero su advertencia se coló entre el so