Capítulo 85
Tras descargar sus frustraciones, Aitana se sintió mejor y caminó tranquilamente hacia el estacionamiento.

A lo lejos, Lucas observaba silenciosamente a Aitana, todavía incrédulo de que ella estuviera dispuesta a abandonar a los Uribe y este adictivo mundo de fama y fortuna.

Pero Aitana realmente se marchaba.

Damián la esperaba abajo, junto a su habitual Phantom.

Estaba de pie junto al coche, fumando. Un rayo de sol matutino atravesaba el humo, difuminando el paisaje circundante y desdibujando los elegantes rasgos del hombre.

Al ver acercarse a Aitana, Damián arrojó la colilla y la apagó con su zapato de piel de becerro.

Se acercó y extendió la mano para tomar su equipaje:

—Yo me encargo.

Sus dedos se tocaron, y los de Aitana estaban fríos...

Damián no pudo evitar envolver suavemente su mano, mirando fijamente su rostro pálido con sus ojos negros, en voz baja y tierna:

—La primavera es fría, las mujeres deben abrigarse bien.

Aitana sintió que era demasiado pegajoso. Iban a divorciarse,
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