Aitana:
—Entonces posponla.
Elia no tuvo más remedio que obedecer a la reina de los Uribe.
Después de colgar, muy gentilmente le pidió a Iván que bajara del auto, diciendo que tenía otros asuntos.
Iván dudó un momento y dijo:
—Señorita Balmaceda, gracias por encontrar médicos para mis padres.
Elia sonrió y asintió.
Iván preguntó de nuevo:
—¿Esta noche también necesita que le lea el guion?
La mujer se estiró:
—Claro que sí, ¿cómo no? Dependo de eso para sobrevivir.
...
Media hora después, el auto de Elia se detuvo frente a un restaurante.
A través del ventanal de cristal, vio a su madre sentada con una señora elegante de apariencia muy distinguida, ambas con sonrisas ligeras en el rostro, evidentemente tenían buena relación normalmente.
Al lado de la señora elegante estaba sentado un hombre esbelto, pero estaba oculto por las plantas.
—No podía ver su apariencia.
Elia se arregló.
Un vestido largo, tacones altos delgados, con gracia ondulante.
Con 1.70 de altura, era más hermosa y deslum