Bella empujó la puerta y entró, vio todo el desorden.
Documentos esparcidos por el suelo, en el piso estaban los restos del teléfono, destrozado en pedazos, se veía escalofriante.
Lucas respiraba agitadamente.
Su expresión era decadente, todo su cuerpo estaba tenso como una cuerda estirada al máximo, a punto de romperse.
Bella vaciló un momento, se acercó y tocó suavemente el hombro del hombre, queriendo consolarlo, pero apenas su mano tocó al hombre, fue apartada bruscamente sin piedad.
Se quedó atónita en el lugar.
Lucas no tenía intención de tranquilizarla, caminó directamente hacia afuera. Bella reaccionó, lo siguió tambaleándose, gritando su nombre:
—Lucas, ¿adónde vas?
Pero el hombre hizo oídos sordos, caminó directo al ascensor y frente a Bella presionó el botón de cerrar.
Bella golpeó la puerta del ascensor:
—¡Lucas!
Estaba a punto de perseguirlo abajo cuando llegó Catalina a persuadirla:
—Bella, le aconsejo que le dé al señor Uribe un poco de espacio personal.
Bella se sintió