En la madrugada, Lucas estaba en el club, completamente borracho.
El gerente estaba contento, había vendido 100 mil dólares en vinos.
Pero también estaba preocupado, porque el señor Uribe estaba de mal humor, con aspecto de que en cualquier momento podría destrozar su local, así que tuvo que enviar a la acompañante más hábil para calmar las emociones del señor Uribe.
La mujer se llamaba Sonia, una antigua conocida del señor Uribe.
Una chica de figura delgada se sentó al lado de Lucas.
Lucas tenía la cabeza recostada en el respaldo del sofá, su rostro apuesto teñido de un rojo tenue, la nuez de Adán moviéndose constantemente.
Muy sensual, muy masculino.
Sonia al verlo así se sonrojó y su corazón se aceleró, pero no se atrevía a tener verdaderos sentimientos románticos. Con voz suave y fragante dijo:
—Lo acompaño a beber. Si tiene alguna preocupación, puede platicarme, yo lo ayudo a desahogarse.
Lucas abrió una rendija de sus ojos negros. Miró tranquilamente a la mujer.
La recordaba, sus