Damián sonrió:
—Entonces seguro es alguien conocido.
Fernando se quedó boquiabierto y después de un largo rato exclamó:
—¿Tú lo sabías?
Damián se giró y con sus dedos elegantes sacudió la ceniza del cigarrillo.
¿Cómo no iba a saberlo?
Desde aquel año del reconocimiento familiar, la preferencia de su padre hacia Aitana había sido muy obvia. Solo su madre, tan despistada, no se daba cuenta. Las demás personas lo sabían pero fingían que no pasaba nada, después de todo el pasado era solo eso, pasado.
Damián le hizo una broma:
—En el futuro contrólese, no sea tan obvio.
Fernando se sonrojó de vergüenza, buscó una excusa y se fue a dormir.
Los alrededores volvieron a la tranquilidad.
Damián contempló la profunda oscuridad de la noche, fumando lentamente, pensando en el pasado y el futuro, pensando en Aitana, pensando en el linaje de los Uribe. En este momento su corazón se agitaba.
¡Qué bueno se sentía haber regresado!
Después de fumarse dos cigarrillos, volvió al dormitorio, se aseó rápidam