Capítulo 26
Desde su rincón, Damián se inclinó para apagar la colilla del cigarro.

Su perfil era perfecto y sus dedos largos y elegantes; un simple gesto suyo bastaba para cautivar. Se levantó y su figura alta se acercó hacia ellos, posando suavemente una mano sobre el hombro de Aitana:

—Aitana, nos vamos a casa.

Un silencio sepulcral invadió la sala.

Nadie esperaba que Damián fuera tan poco deportivo, ¿no se suponía que no le importaba Aitana?

Además, Miguel era discreto. Decir algunas palabras ambiguas no era como si le estuviera robando algo preciado, ¿por qué reaccionaba tan exageradamente?

Ni siquiera con aquella persona de años atrás había sido tan protector.

¡Qué diferente era estar casado!

Todos pensaron que ante esta muestra de sumisión de Damián, Aitana lo seguiría obedientemente a casa, se dedicaría a ser una esposa ejemplar y haría la vista gorda ante los escándalos de su marido, como toda señora Uribe inteligente.

Pero Aitana no siguió el juego de Damián.

Apartó suavemente su mano y c
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