Inicio / Romance / El Juego de la Venganza / Capítulo 2. Misión Cumplida
Capítulo 2. Misión Cumplida

POV VALERIA

Mi hermana baja la mirada, derrotada, mientras mi tío se acerca a mí. Me da la vuelta para que vuelva a mirar mi reflejo y se para a mi espalda, para que pueda ver el reflejo de ambos, sus ojos fijos en los míos, me causan escalofríos, me hace pensar que, de alguna forma, él puede ver a través de todas mis máscaras, no solo porque me conoce, sino porque ve más allá a través de mis ojos.

—Mírate —dice en voz baja, cargada de orgullo—. Estás lista. Llevas semanas trabajando por estoy hoy es el día.

No sé qué me conmueve más, las palabras o la forma en que las dice. Me hace sentir como si yo fuera su última apuesta, como si toda la sangre de nuestra familia latiera este día bajo mi piel. Y de alguna manera sé que lo soy, el destino de nuestra familia está sobre mis hombros, debo limpiar nuestro nombre. Debo luchar para que se nos devuelva lo que nos fue arrebatado.

—Recuerda quién eres —añade—. Y haz que él también lo recuerde.

Asiento, sintiendo el peso y la fuerza de su respaldo anudarse en mi columna vertebral.

No estoy sola.

No estoy rota.

Soy una tempestad disfrazada de calma.

—Nosotros te cubriremos las espaldas —agrega en un susurro, casi como una promesa secreta entre conspiradores, porque eso es lo que somos—. Pase lo que pase.

Me giro del todo hacia ellos una vez más, cerrando el estuche del labial con un clic seco. Miro a mi hermana, luego a mi tío y finalmente a la puerta abierta que me espera.

—Entonces, es hora de que me gane un lugar en su mundo, ya no hay más nada que esperar, no puedo llegar tarde —digo, dejando atrás cualquier atisbo de duda.

La sonrisa de mi tío es apenas un gesto, rápido y orgulloso.

—Ve y recuérdales que los Duarte no caen sin luchar.

Con un último ajuste de mi chaqueta, salgo de la habitación.

Cada paso es un latido. Cada latido, un recordatorio: esta guerra apenas comienza.

Me subo al auto y empiezo a conducir rumbo a la ciudad. Como siempre, como todas las mañanas, la ciudad está atestada de gente. Estaciono unas cuadras más lejos, porque no quiero que se fijen en mi auto ni mucho menos la ruta que tomo para llegar a casa.

Camino atrayendo miradas, por la ropa que traigo y los tacones resonando en el pavimento, me siento nerviosa y esos nervios aumentan cuando el edificio Lancaster Towers, se alza ante mí como un coloso de acero y cristal, imponente y frío, tal como imaginaba que sería cuando estuviera aquí.

Lo he estudiado… Sus empleados, sus normas internas, su ritmo frenético. No sé cómo hizo mi tío para conseguir toda esa información, pero me la ha proporcionado. Y, aun así, estar aquí, al pie de su imperio, me provoca un escalofrío que me recorre la espalda.

Me obligo a caminar con paso firme hacia las puertas de vidrio tintado. Un guardia de seguridad me escanea con la mirada, pero basta un gesto seguro de mi parte para que me deje pasar sin preguntas.

«Todo está en la actitud. Siempre lo ha estado». Me repito las palabras de mi madre.

El vestíbulo huele a madera pulida, café recién hecho y éxito.

Me fijo en todo… Pisos de mármol, techos altísimos, empleados vestidos de negro y gris moviéndose de forma sincronizada, cada uno en lo suyo, como si fuese un gesto ensayado.

Todo aquí grita perfección. Control. Poder.

Todo, menos yo… Al menos no aún.

Subo al piso treinta y cuatro en el ascensor, después de anunciar que voy a una entrevista. Aprovecho el tiempo que estoy aquí para retocarme, después de la caminada y mi reflejo me devuelve una mirada imperturbable.

«Estoy lista. Más que eso, estoy hambrienta y sedienta de venganza».

Al llegar, un joven recepcionista me dirige una sonrisa educada, demasiado medida para mi gusto. Y me señala la sala de juntas con un leve movimiento de cabeza. Imagino que ya sabe para lo que he venido, porque se lo ha anunciado su colega del lobby.

—El señor Lancaster la recibirá en breve. Puede esperar allí con las demás.

«¿Las demás? ¡Mierda! Fui una tonta al creer que sería la única en la entrevista. Además… pensé que Recursos humanos haría la entrevista, pero… ¿Él mismo? No pensaba verlo tan rápido, no creí que él se rebaja a esto. Debo pensar en algo rápido para que ninguna de las que esté allí dentro, arruine mis planes».

Asiento y me dirijo hacia donde ella me ha indicado, pero me detengo en seco cuando veo a tres mujeres ya sentadas alrededor de la gran mesa ovalada.

Todas jóvenes, impecablemente vestidas, luciendo su mejor versión de competencia y ambición. El murmullo de sus voces es bajo pero cargado de expectativa.

Compiten entre sí, ellas lo saben. Así como saben que le echarían m****a a la otra con tal de quedarse el puesto y aun así, están sentadas una junto a la otra con sonrisas fingidas. Deseosas por tener acceso a él, a su vida y muy seguramente a su cama.

Pero a diferencia de ellas, yo no deseo eso, quiero el acceso a su vida… sí. Su confianza, pero nada más.

Una chispa de irritación se enciende en mi pecho, porque no me da la gana de que ellas me roben la única oportunidad que tengo, la que he estado esperando bastante tiempo.

La entrevista es conmigo. No con ellas. El puesto es mío y de nadie más.

No puedo permitirme compartir ese espacio. No puedo correr el riesgo de ser una opción más, de dejarlo sucumbir a la tentación de una mejor opción que yo, aunque me considere más capaz que ellas.

Yo debo ser la única.

Respiro hondo. No tengo tiempo para dudar. La oportunidad perfecta nunca llega sola, uno la fábrica.

Enderezo los hombros, elevo la barbilla y entro como una corriente de aire frío cuando se me ocurre un plan.

—Buenos días —digo con voz clara y firme, como si fuera yo quien estuviera a cargo.

Las tres se giran a mirarme, algunas más seguras, y otra, más tensa de lo que quiere aparentar.

«Perfecto. Se están comiendo el cuento».

Dejo que el silencio se alargue apenas un segundo, el suficiente para plantar la semilla de la duda.

—¿Acaso no les informaron? —pregunto en tono afable, casi como quien comparte un secreto incómodo—. El señor Lancaster decidió adelantar las entrevistas individuales. Las ha citado en horarios escalonados.

Tres pares de ojos se agrandan. Una de ellas, rubia, tacones de aguja, vestido negro que parece más para una cita que para una entrevista de trabajo, frunce el ceño.

—¿Eso es seguro? —pregunta, la desconfianza latiendo bajo su tono.

Simulo una sonrisa paciente, de esas que se usan con los niños testarudos.

—Claro que sí. Trabajo directamente con el equipo de recursos humanos. —Es una absoluta y jodida mentira. Pero mi voz no tiembla.

Debería sentirme mal porque estas son mujeres que también necesitan el empleo, pero son un obstáculo para mi objetivo.

Otra de las candidatas, una pelirroja de traje beige, se pone de pie apresuradamente, mirando su reloj.

—Dios, ¿entonces estoy tarde?

—No necesariamente —le respondo—. Pero deberían verificarlo en la recepción de planta baja. El señor Lancaster es muy estricto con la puntualidad. Y por cierto, el ascensor está dañado, hay unas escaleras de servicio en el pasillo de enfrente.

—Pero son treinta y cuatro pisos —se queja la rubia.

—Entonces espero que manejen muy bien esos tacones, señoritas —les digo con una sonrisa amable.

Ese último toque basta.

Mis palabras fueron como un pequeño empujón al borde del acantilado.

Las tres mujeres recogen sus carpetas y bolsos con rapidez, lanzándose miradas nerviosas entre ellas.

El instinto de supervivencia supera cualquier duda que pudieran tener. Las veo salir con pasos apresurados y apenas contengo la sonrisa que amenaza con curvar mis labios.

«Misión cumplida».

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP