Capítulo 4
—¡Ah!— Como si recién se diera cuenta de que había alguien detrás, exclamé, retrocediendo un paso. Inmediatamente me di la vuelta, con ojos inocentes.

—Señor López, ¿cómo es que no hace ruido al caminar? Me asustó.

Luego, pregunté con duda: —¿Tiene algo en los bolsillos del pantalón? Me ha pinchado.

Juan apretó los dientes, las venas de su mano se marcaron, y tardó un rato en recuperar la compostura.

—Debieron ser las llaves. Lo siento, estabas muy concentrada cocinando.

—Realmente te has esforzado. ¿Necesitas que te abanique?— Su voz sonaba tranquila, pero su cuello estaba rojo como la sangre.

—Señor López, qué considerado. Pero no te preocupes, ya casi termino.

Diez minutos después, la mesa estaba puesta con tres platos y una sopa. Juan comió a grandes bocados el menú reconstituyente que le había preparado, y en poco tiempo estaba sudando y con la mirada perdida. Me levanté y tomé una botella de licor de la mesa auxiliar.

—Señor López, ¿quiere un poco? Es un licor que hizo mi cuñado
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